Detalles. No profundizaré en los clichés que propone que los detalles son los más importantes en la vida o de lo que más fácil nos acordamos, o cosas por el estilo. No profeso una notable afición por los superlativos.
Pero admito que muchas cosas sencillas en la vida, especialmente aquellas que se comparten con gente importante para cada quién, pueden llegar a rebasar su valor nominal y, elevándolo en la jerarquía, posicionarse en un lugar trascendente en nuestros recuerdos.
Por cierto, dicen las malas lenguas, que los recuerdos se asemejan más a un capricho que a la realidad: nos acordamos de las cosas de la manera que queremos recordarlas, no necesariamente como sucedieron.
Ser sencillo no se opone a tener metas altas, pero no hablo de eso. ¿La mediocridad (definida con un lente capitalista) de una vida sencilla puede llevar a una felicidad plena? Me atrevería a asegurar que sí, pero el conflicto capitalista persiste: ¿es un modelo simple, fácil, feliz, sin altas expectativas o metas personales, una pseudo justificación para la flojera y/o miedo de emprender y saturarse de actividades?
Seguramente: depende de cada uno.
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