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Compré un libro físico

El otro día que iba por ahí, zappeando en amazon, cuando de pronto ¡bam!, que me compro un libro.

Y no era cualquier tipo de libro, era un libro antiguo. Osea, de los que se hacían en el milenio pasado. Tecnología vieja, caduca, obsoleta. Una reliquia.

Hablo del tipo de libros de los que se imprimían antes, en tiempos de mi tátara tátara abuela (qepd), en hojas de papel.

¿Por qué habría de hacer semejante atrocidad retrógrada? ¿Por qué recurrir a este tipo de tecnología decadente y decrépita en lugar de hacer uso de la maravilla y gloria del ebook?

Por el tipo y/o naturaleza de la lectura en sí, obviamente.

Y ¿qué es? Un libro de supervivencia, claro está. Del tipo que tiene consejos de cómo encender fuego debajo del mar, o cómo construir un castillo de arena en algún polo. Bueno, exagero, no sé si vengan esos consejos en particular, espero que sí. Cómo hacer una fogata en el bosque, qué tipos de plantas comer, dónde buscar animales, etc.

¿”¿Y qué tiene que ver?”, pregunta usted, abrumado lector? Déjeme decirle que no tiene nada que ver con la aberración literaria que acabo de hacer, anidando signos de interrogación. Ello, el anidar interrogaciones, de alguna extraña y retorcida manera me causa una satisfacción, pues se siente matemáticamente correcto (note usted que existen comillas agrupando el segundo bloque de interrogaciones para indicar otra voz).

En fin, la razón, sino la ha adivinado aún, mi joven padawan, es porque cuando el verdadero apocalipsis zombie llegue (porque va a llegar (llegará), eso es seguro), no tendremos certeza sobre la electricidad. Las fuentes de energía para recargar ipods, tetris y tamagochis no serán ubicuas; en el mejor de los casos serán escasas, y no tendremos garantía de que en algún momento se restablezcan.

Por dicha razón, cargar con un libro old school con la información necesaria para sobrevivir, tiene más sentido que tener un millón de ellos en la memoria de un celular que se ha quedado sin batería.

De nada por salvarles la vida.

Y la de su grupo de supervivientes.

Buena suerte y nos vemos en el punto de seguridad, en el centro de control de enfermedades biológicas.

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